El verdadero significado de la conversión (Por: Pbro. Edwin Pereda Zelada)

Domingo, 19 Abril 2015 - 1:45pm

Trujillo en Línea(Evangelio del domingo).-Lo que el pasaje del evangelio de este domingo nos presenta puede denominarse la mejor síntesis de todas las narraciones de aparición del Señor, porque además al evangelista Lucas le sirve para introducir la segunda parte de su obra, los Hechos de los Apóstoles.

El esquema aparición – asombro/temor – demostración de Jesús – alegría – testimonio, viene completado, en este pasaje, por una pequeña catequesis de Jesús a sus discípulos: una catequesis que viene descrita como kerigmática, es decir, contiene un anuncio, el Kerigma de la salvación, o sea, que en Jesús se cumple lo que los profetas decían de él, y que ahora el trabajo de los discípulos es fundamentalmente el de portar paz anunciando a todos la conversión y el perdón de los pecados. En este anuncio, se pueden subrayar dos aspectos o características propias de la narración de Lucas: el anuncio de la conversión y la predicación a todos los pueblos comenzando de Jerusalén.  ¿Qué significa este anuncio? Busquemos de explicarlo.

La conversión, en el evangelio y en particular en Lucas, no significa tanto dejar de cometer pecado, cosa improbable e impensable para cualquier persona. El término conversión traduce un término griego (metánoia) que significa cambio de pensamiento, cambio de mentalidad. Convertirse, por tanto, no significa dejar de pecar, sino cambiar la mentalidad, cambiar el modo de ver las cosas, cambiar, sobretodo, el modo de ver y de pensar a Dios.

Pero ¿qué modo de pensar a Dios se debe cambiar? No olvidemos un particular: Jesús no murió de muerte natural o después de un accidente o un atentado, como en la historia le ha sucedido a muchos personajes famosos. Jesús ha sido condenado a muerte por un tribunal religioso, es decir, por autoridades religiosas que en nombre de Dios han retenido peligrosa su predicación y sobre todo una blasfemia. Jesús predicaba a un Dios totalmente distinto de aquel de los jefes religiosos de su tiempo.

El Dios del sanedrín, si queremos llamarlo así, era un Dio ligado al templo y a todo lo que de ahí proviene: un Dios que pide sacrificios, un Dios de la ley de Moisés, un Dios que se espera del hombre una perfección basado sobre el cumplimiento escrupuloso de los preceptos y de las normas, un Dios juez que condena, un Dios de la religión más que de la fe.

Este modo de ver y de pensar a Dios está muy lejos de ser superado también en nuestra mentalidad, porque un Dios así da comodidad, es fuerte y decidido, infunde certeza, da seguridad. Pero, la conversión, el modo distinto de ver y de pensar a Dios que Jesús ha anunciado, nos dice de modo inequívoco que aquel Dios ya no existe más. Forma parte de una mentalidad vieja y superada, pertenece, pues, al hombre viejo.
El Cristo resucitado nos anuncia un Dios distinto, opuesto al Dios del Sanedrín, es decir, un Dios cercano, un Dios de las obras de misericordia, un Dios que no se basa sobre una ley escrita sobre tablas de piedra, sino sobre la única ley del amor, escrita en el corazón de cada hombre; un Dios que no juzga al hombre en base a sus obras, y sobre todo no paga al hombre en base a su bondad, sino viene al mundo para salvarlo con el perdón, la cercanía, la solidaridad.

En definitiva, un Dios que es Padre y que se preocupa que sus hijos lo amen como tal, y no lo sirvan como patrón al cual estar sometidos. Este es Dios del que nos habla el anuncio de la Pascua. De este Dios, los discípulos son testigos comenzando de Jerusalén.

Esta es la imagen de Dios y de religión que la resurrección de Jesús ha venido a traer. No es un trabajo fácil, y sobre todo, no se termina nunca: es de lo que hoy el Señor Resucitado nos pide continuar siendo testigos.

( Pbro. Edwin Pereda Zelada- Responsable de Prensa del Arzobispado Metropolitano de Trujillo)

 

 

 

 

 

 

 

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