Primer domingo de Cuaresma: creyó que Dios es amor

Domingo, 14 Febrero 2016 - 11:30am

Trujillo en Línea (Por: fray Héctor Herrera) En nuestra vida se nos presentan diversas ocasiones para expresar nuestra fe y amor a Dios. También Jesús sufrió la prueba, las tentaciones y nos enseñó a mantener nuestra opción por Dios, aún en los momentos difíciles. De esto nos habla el evangelio de Lc. 4,1-11

Es interesante que Lucas dice: Jesús está lleno del Espíritu Santo y es quien lo conduce al desierto (v.1; Lc. 3,22). El desierto en la biblia es el encuentro consigo mismo y donde somos sometidos a prueba (Dt 8,1-4). Jesús es la figura simbólica de esa experiencia del pueblo que recorrió cuarenta años el desierto. Es la figura de Moisés que permaneció cuarenta días en la montaña para encontrarse con Dios. Es el camino que tenemos que recorrer para celebrar la muerte y la resurrección de Cristo, una invitación para todos nosotros de encontrarnos con nosotros mismos, con Dios y redescubrir nuestra vocación y misión como cristianos en el mundo de hoy.

Jesús descubre su vocación en el desierto. Experimenta la duda ante la prueba del hambre: “Si eres hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan” (v.3). Hoy el poder del mal hace que millones mueran de hambre, o buscan respuestas facilistas para comprar las conciencias. Jesús responde decididamente: “No sólo de pan vive el hombre” (v.4), sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios. Sí, el mundo de hoy comprendiera que fe y amor al prójimo van unidos, nos esforzaríamos por amar a Dios y al prójimo. Como decía el Papa emérito Benedicto XVI, en su mensaje de cuaresma:” Una fe sin obras es como un árbol sin frutos”. Fe y amor se necesitan recíprocamente.

El diablo le muestra los reinos del mundo: “Te daré todo ese poder y su gloria, si te postras ante mí” (v.6-7). Es el poder político que muchas veces enceguece a algunos, para dominar, oprimir, avasallar y quitar la vida. Sin embargo Jesús, decide que lo fundamental de su misión es la instauración del reino de Dios. Y esta es nuestra misión como cristianos convertirnos y no servir a los poderes de este mundo, sino trabajar por establecer la verdad, la justicia, la paz, la tolerancia, el respeto por la vida humana.

Lo lleva a Jerusalén a lo más alto del templo: “Si eres hijo de Dios, tírate abajo desde aquí”. Jesús nos enseña a decidirnos a no ser arrogantes, no tentar a Dios. Y le responde: “No pondrás a prueba al Señor tu Dios”. Él ha decidido que su misión no es compatible con ningún poder de este mundo. Su misión será la vía del sufrimiento y de la cruz, de la entrega y del servicio diario para cumplir la misión de Dios su Padre.

Vivamos esta Cuaresma llenos de la misericordia de Dios, como nos recuerda el Papa Francisco: “La misericordia de Dios transforma el corazón del hombre haciéndole experimentar un amor fiel, y lo hace a su vez capaz de misericordia. Es siempre un milagro el que la misericordia divina se irradie en la vida de cada uno de nosotros, impulsándonos a amar al prójimo y animándonos a vivir lo que la tradición de la Iglesia llama las obras de misericordia corporal y espiritual. Ellas nos recuerdan que nuestra fe se traduce en gestos concretos y cotidianos, destinados a ayudar a nuestro prójimo en el cuerpo y en el espíritu, y sobre los que seremos juzgados: nutrirlo, visitarlo, consolarlo y educarlo”. (MC 2016).
 

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