Mensaje del Arzobispo de Trujillo por el Día de la Madre

Domingo, 10 Mayo 2015 - 4:45pm

Trujillo en Línea.-  ¡DICHOSO EL SENO QUE TE LLEVÓ Y LOS PECHOS QUE TE CRIARON!” Lc 11,27. Al celebrarse hoy el  Día de la Madre, saludo con agradecimiento y veneración a todas las Madres de la Arquidiócesis de Trujillo y del Perú entero. Me impulsa el deber de expresarles  mi gratitud, reconocimiento y admiración, con la certeza de que el amor y la dulzura de Dios se refleja en el rostro y en la vida de aquellas que nos dieron la vida.

Doy gracias al Señor por su designio sobre la vocación y la misión de la mujer en el mundo. Le doy gracias por cada madre, por lo que representan en la vida de todo ser humano que viene a este mundo, porque la  maternidad en su esencia es apertura hacia Dios, ya que expresa el gozo y la convicción de participar en el gran misterio de la eterna creación. Los dolores y la alegría del parto son experiencias reservadas solo para ellas, y esto las hace Sonrisas de Dios para cada niño que viene a la luz, las hace guías de sus primeros pasos, seguridad en su crecimiento, punto de referencia en el camino de la vida.

La maternidad es una maravillosa realidad que encierra el misterio de la vida hecha a imagen y semejanza de Dios, mediante una particular entrega al servicio de la comunión y de la vida, pues en el seno de una madre se unen cuerpo y alma para la eternidad, se forma un nuevo ser con un corazón creado para amar, con una libertad capaz de elegir y una inteligencia para dirigir los destinos de la humanidad.

Al reflexionar sobre la maternidad pienso en la vocación de heroicidad que los tiempos actuales reclaman de las madres para ser protectoras de los niños, fortaleza de los hijos que crecen, guía de los hijos que se alejan y bálsamo de los hijos heridos.

En este día especial, cómo no dirigir nuestro corazón y nuestra mente para acompañar la soledad de las madres olvidadas por sus hijos, de las que se encuentran privadas de su libertad; acompaño a las que soportan la cruz de la enfermedad y a todas las que sufren heridas en su dignidad humana o maternal. Invoco a todos a volver el rostro hacia las madres que son víctimas de injusticias o de explotación, y a las que son víctimas silenciosas de la violencia familiar.

Invito a todos a elevar nuestras plegarias por las madres que están junto a nosotros alegrándonos con su presencia amorosa, como también de las que ya “viven en Dios” gozando de su misericordia en el cielo, pero que  siguen acompañándonos con su presencia invisible pero real.

Finalmente, invoco a los hijos para que sean el consuelo y la alegría de sus padres, pues nos recuerda la Sagrada Escritura: “Honra a tu padre y a tu madre, como te lo ha mandado el Señor tu Dios, para que se prolonguen tus días y seas feliz en el suelo que tu Dios te dá” (Dt 5,16).

María Madre de la Iglesia y Madre nuestra, por su obediencia a la Palabra de Dios, ha acogido la vocación privilegiada, nada fácil, de esposa del Espíritu Santo y de madre de Jesús en la familia de Nazaret. Poniéndose al servicio de Dios, ha estado también al servicio de los hombres. Ella que es Madre del eterno y viviente amor hermoso, nos acompañe a todos con su incesante protección.

¡FELIZ DÍA A TODAS LAS MAMÁS!

 

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